miércoles, 13 de mayo de 2020

¿ESTAMOS FRENTE O INSERTOS EN UNA REVOLUCIÓN?

Sin duda que la situación de pandemia declarada para el mundo por la OMS  en marzo del 2020 no dejo indiferente  a nadie. Ya  que desde las masivas muertes por gripe española o tuberculosis hace casi cien año atrás, el concepto de pandemia estaba limitado a un diccionario y su definición, pero en la práctica el cine se encargaba de ilustrarnos lo que podría ser esa experiencia para un gran numero de personas. 

Sin embargo, escribo estos párrafos en plena crisis sanitaria mundial por el virus COVID19, el cual arrastra en la estadística cientos de miles de muertos en el mundo, en especial la población menos preparada para un virus del cual no se conoce cura aún, como ancianos y personas con problemas crónicos. 
 
Pero mas allá del problema sanitario en si, esta situación esta generando cambios que parecen revolucionarios. Esto, si pensamos en el concepto como definición en cuanto a que las revoluciones se caracterizan, en esencia por generar trasformaciones, políticas, económicas, culturales y sociales.

En cada uno de estos niveles en los que se desenvuelve el ser humano se es testigo de conductas, fenómenos, alteraciones, etc. que permiten hablar de dos realidades o momentos en nuestra microhistoria - para referirme al lapso de tres o cuatro meses - los cuales parecen oponerse. Es decir, lo que parecía normal entes de la llegada del virus hoy parece terrible e incluso de riesgo mortal, como el saludar de la mano o de cualquier forma que implique contacto directo; lo que era sinónimo de descanso, relajo y aislamiento del mundo, como la casa, hoy masivamente se ha transformado en el lugar de estres, presión, control producto de la instalación forzada del teletrabajo; lo que representaba distracción y juegos para gran parte de la población en sus laptos y telefonos mobiles, hoy se ha transformado en herramienta de seguimiento y trabajo virtual. Lo que era el  alma de la economía como el consumo masivo en mall y lugares públicos, de pronto se transformó en una amenaza a nuestras vidas. Lo que nos parecía que era el gran logro de occidente a partir de la Ilustración hasta la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en cuanto a la normalidad de disfrutar de nuestros Derechos Civiles, hoy estos se han reducido y su aplicación por parte de los ciudadanos también representaría un riesgo sanitario. Nuestra práctica de creencias y costumbres colectivas, relacionadas a festividades seculares o religiosas, tan normales y apoteósicas hasta hace tres o cuatro meses, se encapsulan en el tiempo y espacio para que hoy, en pleno confinamiento de ciudadanos y familias, todo esto se vea como el caldo de cultivo de amenazas para el mundo. El miedo y las nuevas costumbres y creencias asociadas a este se han tomado el espacio y tiempo de la población.   

Ante todo esto cabe preguntarse ¿Quién gana con todo esto?, ¿Se está instalando, provocado o no, un nuevo modelo de sociedad?, ¿Estaríamos siendo testigos de una acelerada obsolesencia laboral y productiva?, ¿Se estaría iniciando una nueva etapa en el capitalismo dominante?, ¿Estaremos frente a un escenario de competencia por la hegemonía en el mundo?. Ante esta última pregunta las guerras mundiales enseñan  mucho, ya que las economías menos dañadas y las que lograron levantarse rápido tras el conflicto, también fueron las que alcanzaron niveles de crecimiento y poder económico por sobre las que se estaban levantando, posicionándolas en la cúspide de los espacios o territorios ganadores. 

Por tanto, no es antojadizo pensar que hay fuerzas que en este momento estarían, con cierto control, utilizando y /o aprovechando este escenario mundial para generar cambios, sociales, políticos y económicos cuyo ritmo se requiere acelerar, alterando el orden de las cosas y abrir los espacios a nuevas directrices en el mapa del poder político y económico mundial.