jueves, 16 de agosto de 2012


PRIMERA ETAPA DE LA INDEPENDENCIA DE CHLE

Inicios del proceso de Independencia en Chile: Primera Junta de Gobierno (1810)

En 1808 Napoleón Bonaparte invadió España y tomó cautivo al rey Fernando VII, poniendo en su lugar a José Bonaparte, conocido como "Pepe Botella". Para resistir a los franceses fue organizada en España una Junta Central con asiento en Sevilla, posteriormente reemplazada por el "Consejo de Regencia", que tenía entre sus funciones gobernar a las colonias americanas.

La reacción inmediata de la población chilena a las noticias de la Metrópoli fue de absoluta lealtad hacia el monarca preso. Sin embargo, hacia 1809, el dilema de la legitimidad del gobierno del pueblo español sobre un territorio que tenía una vinculación directa con la persona del rey, había encontrado dos respuestas entre los habitantes de Chile. Por un lado, estaban los realistas, quienes reconocían la soberanía de las instituciones españolas en reemplazo del rey y condenaban todo intento de formar un gobierno autónomo, aunque fuese en su nombre. Por otro lado, estaban los patriotas, quienes aún siendo fieles al monarca, creían en la retroversión hacia el pueblo de la soberanía regia, admitiendo la necesidad de formar una junta de gobierno propia. Esta tensión llegó a su punto álgido durante el gobierno del despótico gobernador García Carrasco, quién decretó la injusta captura y exilio de tres connotados vecinos. El ambiente comenzaba a inquietarse, y el surgimiento de un opúsculo con el nombre de Catecismo Político-Cristiano que llamaba a los criollos a asumir el control de su propio futuro en razón de la ausencia del Rey, caldeó más aún los ánimos de la aristocracia local.

Las gestiones del Cabildo de Santiago y la intervención de la Real Audiencia, deseosa de evitar la concreción de los planes juntistas del Cabildo, consiguieron en julio de 1810, la dimisión de García Carrasco en favor del militar de más alta graduación, a la sazón, Mateo de Toro y Zambrano. Antes de que llegara el nuevo gobernador, el Cabildo de Santiago consiguió autorización de su presidente para hacer un cabildo abierto, cursando la invitación correspondiente a los vecinos.

El 18 de septiembre de 1810 a las nueve de la mañana, con la presencia de unos cuatrocientos ciudadanos, comenzó el cabildo abierto. Cada intervención, cada gesto dentro de esta jornada estuvo marcado por la lealtad de los cabildantes hacia Fernando VII, tal como lo muestran los discursos de José Gregorio Argomedo y José Miguel Infante. Los posibles miembros de la junta habían sido elegidos cuidadosamente por los integrantes del Cabildo de Santiago, con el fin de representar en la persona de cada uno de ellos a cada sector de la sociedad, asegurando así la mantención de un cierto equilibrio. Todos ellos fueron aceptados por aclamación por los vecinos presentes. Mateo de Toro y Zambrano, presidente, representaba al rey; José Antonio Martínez de Aldunate, vicepresidente de la junta, obispo de Santiago, representaba a la Iglesia; Fernando Márquez de la Plata, Consejero de Indias, primer vocal de la junta, representaba a los europeos juntistas; Juan Martínez de Rozas segundo vocal, representaba a la aristocracia de Concepción; Ignacio de la Carrera, tercer vocal, representaba a la aristocracia de Santiago.

La fusión entre tradición y reforma estuvo presente en este primer Cabildo, que fue el episodio que dio inicio al proceso de la Independencia; aún cuando continuaba primando el deseo de los ciudadanos de conservar la soberanía del Rey. El Cabildo de 1810 fue la primera vez en que la aristocracia criolla tomaba el control de su propio país, experiencia que derivaría con el tiempo en una afirmación de sus propios derechos frente a la monarquía española. En ese sentido, no pasó mucho tiempo hasta que sonaran de manera ya decidida arengas patrióticas que incitaran a una radicalización del proceso y una ruptura definitiva con la metrópolis hispana. El llamado a elecciones para un Congreso Nacional, la creación del primer periódico nacional, La Aurora de Chile, y el apoyo de otros movimientos juntistas, como el argentino, iniciarían una marcha que sólo se detendría una década después con la formación de una entidad nacional independiente y soberana.

Primera lucha entre chilenos

La certeza de que el gobierno de José Miguel Carrera había tomado el camino de la independencia definitiva, más que asegurar la lealtad de Chile a Fernando VII respecto de España, decidió al virrey del Perú, Fernando de Abascal, a enviar una fuerza militar para someter a los rebeldes. El mando del ejército realista fue confiado al brigadier Antonio Pareja, que zarpó del Perú acompañado por el grueso de la oficialidad y una pequeña dotación de la tropa, ya que la mayoría de sus hombres los reclutó en Chiloé y Valdivia.

En marzo de 1813, el ejército de Pareja desembarcó cerca de Concepción y de inmediato se dirigió hacia el norte con el propósito de someter a las fuerzas patriotas lideradas por José Miguel Carrera. En ese otoño los realistas estuvieron a punto de lograr su objetivo, luego de sorprender a Carrera en Yerbas Buenas y debilitar sus fuerzas en el asedio a Chillán. Sin embargo, los patriotas lograron evitar la derrota gracias a la intervención del coronel Bernardo O`Higgins Riquelme en El Roble y a una grave enfermedad de Pareja, que obligó a las fuerzas realistas a retroceder hasta Concepción.

En enero de 1814, el brigadier Gabino Gaínza reemplazó a Pareja en la comandancia realista, desembarcó en Concepción y retomó el avance hacia Santiago, pero fue detenido cerca de Talca por acciones combinadas de O'Higgins y Juan Mackenna. Ambos bandos suscribieron una tregua en Lircay a objeto de ganar tiempo. Este pacto fue rechazado por el Virrey, quien comisionó al general Mariano Osorio para reiniciar las acciones. Osorio llegó a Concepción en agosto y desde allí inició un nuevo avance hacia el norte, derrotó al ejército patriota en Rancagua y ocupó Santiago sin oposición.

La derrota de Rancagua significó el fin del período conocido como Patria Vieja y obligó a los más fieles a la causa de la independencia de Chile a huir a Mendoza donde fueron acogidos por el General José de San Martín. En Mendoza, los patriotas chilenos se sumaron a las fuerzas argentinas y uruguayas de San Martín, formando el Ejército Libertador de Los Andes, que pacientemente se preparó para expulsar a los españoles de Chile, de quienes se manejaba detallada información respecto de su poder y movimientos. 

Fuentes: http://www.memoriachilena.cl/temas/index.asp?id_ut=elcabildode1810 http://www.memoriachilena.cl/temas/index.asp?id_ut=laguerradelaindependencia.primeraluchaentrechilenos%281810-1818%29

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA INDEPENDENCIA DE CHILE “Historia de los héroes sin panteón”


Pablo A. Oporto Aburto
A continuación se tratará de hablar de nuestra Independencia desde un punto de vista menos tradicional, pero no menos aclaratorio y comprensivo respecto del rol que jugaron personas menos conocidas en la historia tradicional, en aquella época, específicamente el rol asumido, entre otros, por el pueblo mapuche en el proceso independentista chileno.

No es la intención restarles protagonismo a los conocidos héroes como B. O’ Higgins, J.M. Carrera, R. Freire, M. Rodríguez, protagonismo que, de hecho, han tenido durante más de 200 años, más bien es, desde un punto de vista social, extraer de nuestra memoria histórica aquellos grupos que tomaron partido por las causas o proyectos que se enfrentaban: los fanáticos del Rey en el bando realista y los aventureros revolucionarios en la bando patriota. El objetivo es sitiarlos a cada uno de ellos en su contexto histórico original. Historiadores como Fernando Mires, Jorge Pinto y José Bengoa serán nuestras fuentes o guías en este breve ensayo.

Para comenzar, sabemos que el 18 de septiembre de 1810 no se declaró  oficialmente la independencia nacional, ya que esto ocurrirá 8 años después, el 12 de febrero de 1818, en la ciudad de Talca. Ni siquiera todos los participantes del cabildo, y los integrantes de la primera Junta de Gobierno, estaban pensando en la independencia. Lo único que sí existía en nuestra aristocracia o clase gobernante era la necesidad del manejo y control del poder político. Después de ese 18 de septiembre, ya nada volvió a hacer lo mismo, se conspiro, se legislo, se lucho, contra España. Las acciones de la primera junta, como las del primer congreso nacional y especialmente las del gobierno de José M. Carrera son indicativas de que se buscaba fortalecer la conciencia política en cuanto a los beneficios y a la necesidad de ser independientes. Por eso bien podemos afirmar y sentir en esta fecha, como el inicio de la Libertad de nuestro país. 

A principios del siglo XIX, Chile, o más bien la elite criolla económica y política, se conmovía con  hechos como la Revolución Francesa y la Independencia de los Estados Unidos los cuales demostraban que las monarquías y los imperios coloniales no eran indestructibles. Estos ejemplos incrementaron los sentimientos independentistas de muchos americanos. En el caso de Chile, después de la invasión de Napoleón a España y la caída del Rey Fernando VII, en 1810, los criollos establecieron en Santiago una Junta Nacional de Gobierno para dirigir la Colonia a nombre del monarca sin la intención de separase de ella. Esto fue considerado como una rebelión y durante la Reconquista hispana comenzó una lucha entre los criollos y el ejército español enviado desde el Virreinato del Perú. Después de numerosas batallas, como el desastre de Rancagua o el triunfo en Maipú y Chacabuco en 1818 se proclamó la Independencia Nacional y se nombró como autoridad máxima de la nación a Bernardo O’Higgins con el cargo Director Supremo del país.

Sin embargo, ¿que grupos sociales encabezaban el proyecto emancipador? Se los diré: “la burguesía mercantil, la minera-fundidora y los terratenientes,” los mercaderes se encontraban aliados a la Corona y mantuvieron un discreto silencio frente a la emancipación, ya que, como es obvio, “no convenía a sus negocios”. Los independentistas  surgieron de las familias terratenientes del centro del país y de la reciente burguesía  minero-fundidora del Norte Chico.”

Para gran parte del pueblo “la guerra de la independencia era cosa de patrones”. De hecho en la región centro sur de Chile los realistas o leales al rey consiguieron enrolar a sus filas sin muchos problemas a inquilinos e indígenas ya sea  peleando en el ejercito del rey u organizando montoneras. Sólo durante y después de la reconquista española una masa importante del pueblo se volcó apoyando al ejército patriota gracias a Manuel Rodríguez y Neira. Sin embargo,  es posible afirmar que  “Los artesanos, inquilinos, gañanes, peones, jornaleros, campesinos, y en general el sector popular, eran ajenos a los ajetreos políticos que condujeron a la emancipación de España.”

Respecto del mundo mapuche los independentistas vieron a este pueblo como un referente inspirador en contra del imperio español. En efecto,  “la admiración que despertaba la lucha de los araucanos contra el español hizo presumir a O´Higgins, Carrera, Freire, Camilo Henríquez y varios hombres de la época, que invocar el pasado indígena hacía bien a la causa de la independencia. Surgió así un sentimiento de respeto y admiración hacia los mapuche.(…) Se trataba, pues, de valorar al mapuche e incluirlo en el proyecto de nación que se estaba fundando”, aunque solo haya sido de una manera idealizante.

La lucha de los mapuche contra los españoles se transforma en un mito patrio. Simón Bolivar se refiere a ellos como “los fieros republicanos de la Araucanía”. En otra publicación se señalaba: “¿Qué son los semidioses de la antigüedad  al lado de nuestros araucanos? El Hércules de los griegos ¿no es notablemente inferior al Caupolicán y el Lautaro de los chilenos?”. Confirmando lo anterior, se trataba “de reforzar la idea libertaria, independiente, indómita, valiente, etc... de este pueblo, y para ello se echa mano de Caupolicanes y Lautaros”.

El mundo mapuche servía así como ejemplo de lucha y resistencia contra el español, pero ¿cual fue el real papel que jugaron los mapuche en el proceso de independencia chileno?. ¿Pueden los mapuche celebrar este acontecimiento con la absoluta certeza de que el triunfo también les pertenece?. José Bengóa señala que “Los mapuches no eran parte de la sociedad española -criolla y, por lo tanto, percibieron la independencia como un hecho externo y ajeno”. Recordemos que hacia 1810 los parlamentos ratificaban la frontera  territorial del río Bio-Bio que separaba al mundo mapuche del hispano criollo de la zona central de Chile. Por tanto, la independencia de Chile significaba para los mapuche una verdadera amenaza a su territorio, a sus relaciones comerciales con el mundo colonial y a su autonomía política.

Los mapuche se habían ganado un lugar en la sociedad colonial. Por esas razones, no hay que extrañarse que cuando llegó el momento de la independencia los mapuches no la apoyaran mayoritariamente. Los mapuches, efectivamente presentían que un nuevo estado significaría volver a empezar y en el peor de los casos perder la independencia que habían adquirido fruto de su resistencia al imperio español.

“Paradojalmente, apoyar a los españoles era para los mapuches la continuación de su lucha por la independencia.” Es más, luego de un parlamento en Chillán en 1813, se reafirmaron los antiguos parlamentos realizados con la corona, en los cuales se reconocía la frontera del Bio-Bio y la Independencia de la Araucania. Con esas seguridades, los mapuches respetaron los pactos y, cuando fueron llamados a luchar al lado del rey, así lo hicieron”.  (José Bengoa).

En conclusión, podemos afirmar que la independencia de Chile, mirada en retrospectiva, tiene muchas sorpresas y es bueno conocer aquellos hechos que la historia más conocida u oficial omite por razones de estado o por razones políticas, ideológicas u otras. Sin embargo, no es menos cierto, que a estas alturas del partido cuesta imaginar a un Chile sin soberanía y sin los elementos que, con más 200 años de historia, ya nos identifican como una cultura que, sin duda, se ha fundido con la riqueza de las etnias, los inmigrantes y el mestizaje propio de los años. Pero también es cierto, que el respeto que se merecen nuestros Héroes patrios es el mismo que se merecen aquellos grupos sociales o étnicos  que con justa razón tenían derecho a defender lo que creían justo en ese momento.
  
Referencias: Fernando Mires, Jorge Pinto y José Bengoa