martes, 4 de septiembre de 2007

América Latina durante el siglo XX

Desde principios del siglo XX, los distintos estados latinoamericanos comenzaron la búsqueda de sistemas económicos nacionales que les permitiesen superar los graves problemas sociales de sus respectivas naciones. En ese contexto, la búsqueda de la industrialización fue un objetivo común para la mayoría de ellos.
Desde EE.UU. comienza una fuerte intervención, no solo económica, sino también de orden político y social. Fue el presidente Theodore Roosevelt (1901-1909) quien pretendió complementar la antigua Doctrina Monroe (1824), que hablaba de América para los Americanos. Volvía a plantearse el tema de que era inaceptable la intervención europea en los países americanos justificando, así, la posible intervención norteamericana.

Por otra parte, los Estados Unidos luego de la Primera Guerra Mundial comienzan a establecer diversas áreas de influencia en América Latina. Una economía en expansión como la de aquel país requería de materias primas para su industria, y mercados para sus productos e inversión de capitales. Fue así como, bajo el imperativo de la dinámica del capitalismo, los norteamericanos comenzaron a penetrar con sus capitales y empresas primero en Centroamérica, y más tarde en toda América del Sur.
Con la crisis económica norteamericana, producida el jueves negro (25 de octubre de 1929) se produce un efecto en cadena que da a la crisis un carácter internacional. Desde la paralización bursátil se desencadenó una serie de eventos que paralizó la mayor parte de la producción industrial del mundo capitalista, con el consiguiente efecto sobre aquellos países exportadores de materias primas.

Asimismo, la crisis trajo consecuencias en todo el sistema. Se habla de consecuencias económicas, políticas y sociales. En el orden político, se generó un aislamiento e intervencionismo estatal. Todos los países generaron políticas de proteccionismo aplicadas a sus producciones locales. Se destacan fuertes críticas al sistema de libre mercado y al “laissez-faire”, estableciendo una nueva teoría que justifique la intervención activa del Estado para fomentar el empleo. A la vez, se produjo el descrédito de las democracias parlamentarias y el recrudecimiento de los nacionalismos. Finalmente, el desempleo generó un aumento de los movimientos obreros y el nacimiento de partidos políticos con base proletaria.
En consecuencia, la crisis del 1929 marcó el comienzo de una era que se caracterizó por la presencia creciente del Estado en los asuntos públicos y económicos con el objetivo de superar aquel tipo de situaciones.
En América Hispana se presentan algunos casos importantes de revoluciones populares que pretenden alcanzar para sus economías un desarrollo sostenido. Se trata de la Revolución Mexicana, el peronismo en Argentina y la Revolución Cubana.
En México se había vivido un gran desarrollo económico de manos de capitales extranjeros, pero se había descuidado las condiciones de vida de los trabajadores urbanos y de los campesinos mestizos e indígenas. Bajo el mando de Francisco Madero, el pueblo se levanta contra el gobierno de Porfirio Díaz. Destacan también figuras como Pancho Villa, con el estandarte de la Reforma Agraria y Emiliano Zapata al mando del improvisado ejército campesino. Porfirio Díaz renunció y Madero entra victorioso a la Ciudad de México. Pero su acción no trajo paz: se desarrolló una guerra civil entre los campesinos que exigían una reforma agraria total y los dueños de los latifundios, extranjeros y mexicanos, que no estaban dispuestos a aceptar cambios en la estructura social y económica del país. En 1911 el Plan de Ayala, firmado por zapatistas, declara traidor a Madero y establece la devolución de las tierras usurpadas a campesinos e indígenas. Sube al poder Huerta, quien no recibe apoyo de los norteamericanos por no ser un gobierno democrático. La intervención solo se produce para velar por los intereses de las compañías petroleras norteamericanas ubicadas en Veracruz. Así, la revolución mexicana se extiende hasta los años ‘30.

Otro caso americano fue el de Argentina. La oligarquía ganadera y cerealera pierde su poder político a comienzos del siglo XX, dando paso a los burgueses y proletarios, amparados por la modernización de la economía. En la década del ‘20, la política económica del estado es nacionalista, favoreciendo el desarrollo de la industria y de la agricultura nacional. Se dictan leyes que favorezcan las relaciones entre obreros y patrones, pero no sirven para detener las movilizaciones obreras. La Gran Depresión de 1930 permite la llegada de los conservadores al poder, luego, la Segunda Guerra Mundial fue un fuerte incentivo para el desarrollo industrial; pero aumentaban las revueltas y se produce un golpe militar. Luego, en 1946, llega al poder Juan Domingo Perón, con una buena economía puesto que abastecía a los mercados europeos. Favoreció el empleo, los altos salarios y un alto nivel de consumo, intervino la Confederación General del Trabajo, y creó el Partido Único. Para 1952 la crisis económica se volvió inmanejable y apareció la represión en la escena política. En 1955 caía el segundo gobierno de Perón y con él la revolución.
Cuba, independizada de España recién en el siglo XIX, permaneció ocupada militarmente por EE.UU. hasta 1902, extendiendo su influencia hasta 1959. No obstante, la base de Guantánamo fue producto de un arriendo por 99 años. Fidel Castro derroca al gobierno de Fulgencio Batista convencido de que la restauración democrática solo sería posible por la vía revolucionaria.

En síntesis, a partir de los años ‘30 nuestro continente experimenta una creciente industrialización a nivel local y regional. Ello se expresa en la intención de varios países por construir zonas de cooperación económica, como lo fue la experiencia del Pacto Andino (1969) que integraba a países con frontera en la Cordillera de los Andes. En muchos países latinoamericanos este proceso de industrialización se llevó a cabo bajo el concepto del “Estado Benefactor”, que consideraba la participación estatal en el impulso económico asociado a la industrialización, y que se pensó llevaría al desarrollo de los países americanos.
En la década de los 50, aún bajo los influjos de la industrialización, los problemas estructurales de los latinoamericanos (pobreza, marginalidad, analfabetismo) no estaban resueltos. Esta falta de solución llevó a algunos sectores de la izquierda latinoamericana a radicalizar sus discursos y estrategias de solución. A la luz de estos hechos, en la década de los ‘60, e inspirados en la experiencia cubana, en muchos países se organizaron proyectos políticos que proponían la instalación de gobiernos revolucionarios que modificaran de manera radical la realidad latinoamericana.
En este contexto, y sumados los aspectos relacionados con el mundo bipolar y la Guerra Fría, la situación interna del continente se polarizó. El escenario político se volvió crítico cuando en distintos países se organizaron movimientos militares apoyados por algunos sectores de las burguesías nacionales, que terminaron en la instalación de sistemas autoritarios. En muchos de estos casos, como lo indican investigaciones recientes, los movimientos militares contaron con el apoyo de algunos gobiernos del mundo capitalista liderados por Estados Unidos, los cuales no veían con buenos ojos la instalación de otras “Cubas”, es decir, de regímenes de inspiración comunista amparados por la URSS.
En los comienzos de los años sesenta, la relación entre Estados Unidos y América Latina estuvo marcada por la llamada “alianza para el progreso” (1961 a 1970), una estrategia estimulada por el presidente Kennedy que consideraba apoyo económico y técnico a los países del continente americano con el objetivo que se generaran nuevos intentos para superar los principales problemas relacionados con la pobreza y la marginalidad. La ayuda se canalizaría tanto desde el gobierno de los Estados Unidos como por las empresas privadas, a través de la Fundación Panamericana de Desarrollo.
En este contexto, a comienzos de los años setenta en nuestro país, el presidente Salvador Allende (1908-1973) intentó implantar en Chile un socialismo que fuera compatible con las libertades políticas. Se convertiría, de esta manera, en el primer experimento socialista en llegar al poder ocupando el sistema electoral. Sin embargo, un golpe de Estado lo derribó en 1973. Asumió el mando de la nación una Junta Militar presidida por el general Augusto Pinochet.
Los años ochenta: el retorno al modelo liberal democrático
La represión a los opositores de los gobiernos militares de América del Sur favoreció un movimiento de opinión que proponía un regreso a sistemas democráticos y a sistemas económicos neoliberales, caracterizados por la eliminación del concepto de Estado de “bienestar”. En este contexto, en la mayoría de los países latinoamericanos se comienzan a privatizar distintas empresas que antes estaban en manos del Estado.
En un ambiente de mejoras económicas, de una mayor estabilidad, con el término de la Guerra Fría, la caída de los regímenes totalitarios, la sociedad comienza a exigir una mayor participación en la política. Se inicia, tanto por presiones internas de los diferentes actores sociales, como externas de países democráticos, un proceso de redemocratización de los gobiernos americanos.
A través de diferentes medios, en general electorales, llegan al poder nuevos gobiernos que serán caracterizados como de “transición”. En ellos recae la obligación de dar al país una nueva institucionalidad democrática y la desmantelación de la institucionalidad del régimen autoritario anterior para, así, conducir a los estados a un clima de paz entre los distintos actores sociales involucrados.
En países de América del Sur este proceso ha tenido altos costos pero, en general, se ha dado en un clima de paz. Sin embargo, esta redemocratización ha sido mucho más dificultosa en América Central. Allí se enfrentaban las aspiraciones de los países de la zona, que querían asegurar la paz, y el temor de los Estados Unidos de que rebrotaran los focos revolucionarios de los años anteriores. En ellos, las “guerrillas” perturban las negociaciones de paz que se llevan a cabo en cada país.

Los problemas del crecimiento económico
La mayoría de los especialistas concuerda en la opinión de que el crecimiento económico de América Latina se puede consolidar bajo sistemas democráticos de convivencia social. Bajo estas condiciones se podrán establecer sistemas de producción económica que aseguren a los millones de habitantes de este continente niveles de vida que permitan superar la pobreza y los altos índices de analfabetismo.
Sin embargo, el panorama económico de los años ochenta no fue el más positivo debido a los altos niveles de inflación y de crecimientos negativos del PIB, junto a las deudas nacionales con instituciones de préstamos internacionales.
Dentro de los desafíos que los nuevos gobiernos democráticos tuvieron que afrontar, están las restricciones para poder pagar las altas deudas externas, lo que influyó negativamente en el ingreso de la población y que, en algunos casos, amplió la brecha entre ricos y pobres.Insertos en un proceso de globalización mundial, donde una creciente comunicación unifica a los mercados y con ello a las sociedades, se han llevado a cabo una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas. Cada nación latinoamericana establece acuerdos bilaterales con diversos mercados mundiales intentando, así, conectarse al mundo globalizado a través del comercio de sus productos locales.
En este contexto, los nuevos desafíos económicos de Latinoamérica pasan por diversificar su producción, dar valor agregado a sus tradicionales productos con tecnología, y aprovechar al máximo las ventajas comparativas que tienen su paisaje, su ubicación y la riqueza de su multiculturalidad.

Un interesante diagnóstico acerca de las características de la dinámica económica de América Latina en los últimos años, la entrega el gerente del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo de Rato, en noviembre de 2004 en un seminario en España:
“(…) La recuperación de la economía mundial ha sido excepcionalmente firme y ha tenido una amplia base geográfica durante el último año; esperamos que el crecimiento mundial llegue al 5% en 2004, la tasa más alta en casi 30 años. Este sólido resultado se ha alcanzado gracias a la aplicación de políticas macroeconómicas que se han ido acomodando a las circunstancias, a la mayor rentabilidad y los mejores balances de las empresas, a la favorable situación de los mercados financieros y al mejoramiento de los mercados laborales. No obstante, tras un primer trimestre muy favorable, el crecimiento ha perdido impulso últimamente. Si bien cabía esperar esto en varios países importantes, la desaceleración ha sido un poco más pronunciada que la prevista, y se ha visto afectada por el fuerte aumento de los precios del petróleo. Esperamos que el crecimiento mundial continúe a ritmo vigoroso el próximo año, pero como el mercado petrolero sigue siendo muy vulnerable a las crisis por su poco excedente de capacidad productiva, esta perspectiva está sujeta a riesgos”.
En cuanto a la situación económica de América Latina agrega que “la recuperación se ha fortalecido y ampliado el año pasado y hoy esperamos que el crecimiento en 2004 se sitúe alrededor del 4½%, la tasa más alta desde 1997”.
Esto se debe a “la firme economía mundial, la actitud en general positiva de los mercados emergentes y la solidez de los precios de los productos básicos han apuntalado esta recuperación. El alza de los precios del petróleo benefician a los exportadores principales, como Colombia, Ecuador, México y Venezuela, mientras que el incremento de los precios de los otros productos básicos crea ventajas comerciales para los exportadores de metales y productos agropecuarios, como Argentina, Brasil y Chile. Pero los países importadores de petróleo, sobre todo de América Central, se ven perjudicados por lo que acontece actualmente en los mercados de productos básicos. Si bien el clima externo es propicio, hoy es la demanda interna la que impulsa el crecimiento regional, dado el dinámico avance del consumo privado y la inversión de las empresas”.
La inflación se ha mantenido muy contenida en la mayoría de los países. Los gobiernos están aprovechando la recuperación para afianzar su posición presupuestaria, reducir su deuda pública y aminorar la dependencia de las divisas extranjeras.
El mismo autor considera que los desafíos y las oportunidades para América Latina están ahora por venir. Entre ellos se encuentran el desempleo y la pobreza, mantenidos en niveles muy altos, y grandes diferencias entre los ingresos de los distintos sectores sociales. Por ello se busca propiciar las condiciones para una mayor inversión y para la creación de trabajo a mediano plazo. Para esto aconseja tomar conciencia de que es necesario un consenso político a largo plazo y tomar medidas que faciliten el crecimiento.
Considera que un reto clave para América Latina “es responder a la rápida integración de China, y de India en medida creciente, en la economía mundial. China es, a la vez, un gran importador de productos básicos de la región y un competidor en el campo de los textiles y de las manufacturas con alto coeficiente de mano de obra, algo que puede afectar a estos sectores en México y algunos países de América Central. Será menester disponer de flexibilidad económica para que la región pueda hacer frente a los desafíos y aprovechar plenamente las oportunidades que ofrece el despegue de China”.
En relación a nuestro país señala: “Chile, por ejemplo, ha puesto en práctica una reforma fiscal firme y sostenida durante varios años y ha reducido mucho la deuda pública. Los mercados financieros tienen confianza en las políticas del país, lo que ha dado a este un acceso ininterrumpido a los mercados de capital. A su vez, esto le ha permitido al Gobierno chileno aplicar políticas fiscales anticíclicas que conllevan beneficios conmensurables para la estabilidad económica”
Asimismo, los cambios demográficos están generando nuevos problemas en estos países. Por ello, hay un nuevo reto para los gobiernos latinoamericanos, que consiste en desarrollar un buen sistema de pensiones: “Hay que abordar el tema de las prestaciones de jubilación demasiado generosas, reducir los costes administrativos, limitar los compromisos financieros indefinidos del gobierno con los sistemas de pensiones y facilitar la inversión en los fondos de pensiones”.
Otro reto que queda por realizar en los países americanos, es la liberalización de los mercados: “A pesar de los grandes esfuerzos desplegados en la última década para liberalizar el comercio exterior, América Latina es aún mucho menos abierta que otras regiones dinámicas. Las reformas para liberalizar aún más el comercio son cruciales para estimular el crecimiento y reducir los factores de vulnerabilidad. Las principales ventajas provendrían del éxito de las negociaciones comerciales multilaterales que mejoren el acceso a los mercados de las exportaciones clave, como los productos agrícolas y textiles. No obstante, es mucho lo que América Latina puede hacer por su cuenta para reducir los aranceles, limitar el uso de barreras no arancelarias y flexibilizar algunas de las restricciones al comercio de servicios. Estas reformas también deberán respaldarse con mejoras en la infraestructura y en las administraciones portuarias y aduaneras, que en muchos países son fuentes de costosos retrasos e ineficiencias”. Todo ello traerá grandes consecuencias en el mercado laboral, las reformas que se hagan al respecto pueden favorecer la inversión privada y con ella el crecimiento. En este sentido “los mecanismos institucionales que establecen altas indemnizaciones por despido y restringen el empleo temporal se convierten en obstáculos importantes que traban la entrada y salida del mercado laboral y, por ende, la flexibilidad”.
(El texto completo lo puedes encontrar en: http://www.imf.org/external/np/speeches/2004/112504as.htm).

De esta forma, los desafíos económicos de la región pasan por establecer una serie de relaciones comerciales y de cooperación, que permitan a los diferentes países latinoamericanos lograr niveles de desarrollo y calidad de vida adecuados para cada zona.
Estas proyecciones se lograrán en la medida en que la cooperación y el intercambio comercial favorezcan la producción interna y el crecimiento de todos los sectores sociales que constituyen la variedad sociocultural del continente.

Comentario
Sin duda que América Latina ha sido el espejo "empañado" del mundo, ya que en esta parte del mundo se han ensayados modelos y sistemas políticos originados en otras latitudes, en el contexto cultural de otras sociedades y es por ellos que los resultados no responden a las espectativas que la sociedad latinoamericana ha puesto en ellos. Por tanto, podríamos concluir que en la medida que nuestros problemas de marginalidad, pobreza, analfabetismo, entre otros, les demos solución con creaciones ideológica, políticas y económicas locales, talvés podríamos pensar en la disminución- y en el mejor de los casos, desaparición- de las endémicas verguenzas latinoaméricanas originadas en la pobreza de su bello pueblo, que desde el norte siempre se ha intenetado dividir y controlar.
La experiancia neoliberal actual no es más que una solapada dictadura del mercado y o capitalismo, el cual se ha transformado en el arbitro de las necesidades mas elementales de nuestro pueblo (salud, educación, previsión,etc) donde se incluye ahora alimentos de primera necesidad bajo el control de los especuladores y la indolente ley de la oferta y la demanda.
El principal objetivo de la sociedad latinoamericana actual es humanizar la economía y ponerla al servicio del hombre y no a la inversa, ya que corremos el riesgo de olvidar que es el hombre quien dio origen a las ciencias económicas y no lo hizo para terminar siendo esclavo de ella. Recordemos que la regla básica de la económia es la satisfación de las diversas necesidades del hombre con los pocos recursos disponibles. Lo que hoy vemos no es la satisfacción de las las diversas necesidades del hombre con los abundantes recursos existentes, sino la concentración y desigualdad en la distribución de esto recursos frente al aumento de las necesidades de los latinoamericanos. Fuente: www.educarchile.cl/psu/hsitoriayciencias